A los 16 años, por una recomendación médica llegó a mí la práctica de yoga. Desde los 8 años sufría desviación de columna y la verdad que siempre me sentaba bastante mal, la verdad por delante (:
Al principio, el yoga me parecía un poco aburrido. ¿Quedarme quieta y respirar? No entendía qué sentido tenía. Pero, curiosamente, esa inquietud adolescente me llevó a descubrir algo que, sin saberlo, necesitaba.
Recuerdo ir con mi hermana a un par de clases, donde estábamos rodeadas de gente de mediana edad. Uno de los días practicamos Sirsana (invertida con la cabeza) y ahí empecé a cogerle curiosidad a todo, yo sabía que esa no sería mi última clase.
Con 18 años me detectaron una hernia discal (L5-S1), y ahí tuve que dejar todos los deportes de impacto, solía ir al gimnasio, me gustaba tener una vida activa que tuvo que cambiar a no hacer nada o volver hacer yoga, y escogí yoga.
Durante varios años practiqué con dolor , el yoga no hizo que ese dolor se fuera, pero sí me ayudó a entenderlo y escucharlo. Me ayudó a conocerme en todas mis versiones. Y así lo que empezó como una recomendación médica terminó siendo algo que hace sentir ‘’en casa’’ cada vez que práctico, y hasta se ha convertido en mi profesión.
Mi práctica semanal se compone de la combinación de movilidad, trabajo de fuerza y resistencia, (strength, powerlifting, gimnásticos) además de Awakening y Katonah yoga.
